El filósofo y sociólogo norteamericano Lewis Munford, señala en su texto: “Historia de las utopías” que el hombre habita dos mundos, la utopía (buen lugar o no lugar) es uno de ellos. Es esa capacidad de imaginar el mundo la que nos hace humanos afirma el autor, así sólo cuando se abre una brecha entre el mundo cotidiano y el de la utopía reparamos en nuestra voluntad de imaginar y percibimos a la utopía como una realidad separada. Menciono esto a propósito de la imagen de uno de los candidatos presidenciales que  indicó el riesgo de la robotización y la posibilidad que  estos “seres” automatizados nos despojen de nuestras actividades cotidianas. La imagen de los robots suplantándonos en nuestros trabajos, y quizás en otros aspectos de la vida –la cual parecer más una “distopía” por su cariz negativo- me hizo recordar una imagen muy frecuente de la década de los noventa, la que vinculaba también trabajo y tecnología, el “trabajo online”.

Recuerdo que éste era presentado por algunos agoreros como una gran revolución, que no sólo iba a afectar la producción y la productividad sino también transformaría (para bien) nuestras vidas. Así, muchas personas ya no deberían trasladarse al trabajo utilizando, sobre todos aquellos de las grandes ciudades, parte de su día en extensos y agotadores traslados;  muchos otros podrían compatibilizar su vida laboral y familiar, debido a que no deberían abandonar sus hogares para trabajar; la gran mayoría ya no estaría cautivo de esa arcaica práctica de marcar su ingreso y salida del lugar de trabajo -la cual finalmente no asegura que uno trabaje sino sólo que se encuentra en el lugar del trabajo-, ya que ahora lo importante sería la labor que uno realiza y no donde la realiza. Toda una utopía.

Es innegable que internet ha facilitado y mejorado la productividad de múltiples faenas, especialmente aquellos de mayor calificación.  La red  pasó a formar  parte de la vida laboral de la mayoría de los chilenos, pero esto se encuentra lejos de la imagen idílica de los noventa. Seguimos dirigiéndonos a nuestros lugares de trabajo en traslados que emplean gran parte de nuestro día, no se puede negar que Internet ha ayudado a distraernos durante estos trayectos. Por su parte, nuestro horario laboral hace bastante difícil la vida familiar, sin lugar a dudas la web ha permitido mantener a la familia conectada durante esta jornada. Pero, así como internet entrega la posibilidad de mantenerse comunicado con la familia y amigos durante la jornada laboral, también ha permitido mantenerse trabajando durante nuestros horarios “libres”.

Creo que no pocas personas se han visto enfrentadas a mensajes electrónicos de carácter profesional fuera de la jornada de trabajo, e impelidos a contestar esos mensajes bajo el riesgo de ser considerado “poco comprometido” con sus labores; cuestión que por supuesto nadie quiere. Sólo un ejemplo, en Francia el año 2014 se acordó una normativa que prohibía a empleadores enviar correos electrónicos a sus empleados fuera de horario laboral, a riesgo de una sanción. A pesar de la dificultad de implementar esta normativa, el caso francés nos permite observar dos cosas.  1- Que está realidad no es exclusiva de Chile y; 2- Que en nuestro país no se ha hecho nada al respecto. Aquí es donde se abre la brecha entre utopía y “realidad”.

Hace no mucho tiempo una de nuestras representantes puso en discusión el tema de la “jornada laboral”.  Debate interesante si consideramos que Chile es uno de los países de la OCDE -naciones con las cuales nos gusta compararnos- donde la jornada es más extensa. Tal vez deberíamos aprovechar esta oportunidad para discutir no sólo la duración de esta jornada  sino también su sentido en la sociedad actual. Creo que nadie podría señalar hoy por hoy que el fin de la jornada laboral hace referencia sólo al abandono de nuestros lugares de trabajo, sino que, principalmente, a dejar de realizar las tareas que denominamos como trabajo.

La preocupación por la posible pérdida de puestos de laborales producto de la robotización es una discusión que debemos tener, quizás ahora es el momento. Como toda nueva técnica, la producción controlada por robots entraña un riesgo, pero a su vez podría convertirse en una posibilidad. Posibilidad por ejemplo, de dedicar parte de nuestra jornada a la vida familiar, asociativa, a actividades deportivas,  a la entretención o el ocio; cuestión que los países centrales efectúan hace ya bastante tiempo. Lo anterior, quizás bajaría en algo los niveles de stress de nuestra sociedad. El imaginar cómo queremos que sea nuestro futuro es parte de su construcción. Sin embargo,  así como debemos discutir este tema, con más premura deberíamos reflexionar sobre ¿qué se considera trabajo en la sociedad actual y cuáles son sus características? Pues entre otras cosas, el “trabajo online” llegó pero no como soñábamos.

Dr. Felipe Tello, investigador del Centro de Estudios y Gestión Social (CEGES) de la Universidad Autónoma de Chile – sede Talca

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