Preocupante es una forma sutil de expresar lo que un diario nos comparte respecto de los resultados de la primera prueba nacional sobre educación financiera y previsional gestada entre la plataforma www.puntajenacional.cl y AFP Capital, y que se aplicó en el país a 3.720 estudiantes de terceros y cuartos medios. De ello, sólo 16, es decir, menos del 1%, superaron exitosamente las 29 preguntas, constituyendo el área previsional la de “mejor desempeño”.
Lamentablemente, las evidencias anteriores se suman a las obtenidas en otros procesos similares, en los que ya se marcaban carencias en los jóvenes. Basta revisar la prueba PISA de Alfabetización Financiera aplicada el 2015, y cuyos alcances fueron conocidos en 2017, que señalan que Chile, entre los 15 países que participaron, queda dentro de los tres con más deficiente nivel de educación financiera. Lo alarmante, es que en otros grupos etarios en los que se han aplicado otras evaluaciones, estos comportamientos se replican. Es cierto que los jóvenes están en un camino de formación, y que irán ganando sabiduría y experiencia en su recorrido, sin embargo, surge una duda: tal vez se pensaba lo mismo años atrás.
Consecuencia de lo previo, es razonable considerar que se tomen cartas en el asunto, no sólo desde la mirada del sector público, sino también de algunos actores del sector privado, ya que cada uno tiene un sentido por el cual aportar colaborando en este proceso de alfabetización, y que debiese plasmarse desde etapas tempranas de las personas. Así, entre otros, habría que revisar las estructuras curriculares vigentes a nivel básico y medio, y la forma en que se están enfrentando en las diferentes instancias formativas, ajustando lo que sea pertinente, pues más allá que en el futuro algunos de los estudiantes prosigan estudios en los cuales probablemente enfrenten procesos de desarrollo académico en el área, lo que hay que recordar es que las finanzas, y concretamente las finanzas personales (incluido lo previsional), constituyen un aspecto de conocimientos, capacidades y habilidades, que en lo esencial debiesen ser patrimonio de cada ciudadano(a), permitiéndole construir y asentar las bases para enfrentar de manera apropiada procesos decisionales que irán surgiendo en su vida. Adicionalmente, en educación superior, las entidades deberían evaluar la necesidad de incorporar ramos de formación general del área antes indicada, especialmente en aquellas carreras que no estén ligadas con el área de los negocios. Así, esperemos que en una próxima evaluación las cifras nos deparen algo más favorable. Sería lo lógico, ¿verdad?
Autor: Mauricio Andrés Burgos Navarrete
Master y Doctorando en Finanzas
Director de la carrera de Auditoria e Ingeniería en Control de Gestión
Facultad de Administración y Negocios
Universidad Autónoma de Chile (Sede Temuco)