shutterstock_612643388La reciente noticia sobre un brote de lepra en Chile, generó una polémica en las redes sociales en torno al papel de la población extranjera en la vida cotidiana del país. El hecho que la ministra de salud haya aclarado (http://www.latercera.com/noticia/lepra-chile-salud-confirma-casos-no-solo-corresponden-inmigrantes/) que los casos identificados no correspondan solo a extranjeros, no ha despejado las suspicacias que despiertan los migrantes latinoamericanos y caribeños en parte de la opinión ciudadana del país.

Lo que llama la atención de esta desconfianza hacia los inmigrantes, es que esta conducta no coincide con la historia social y cultural del país. Si exceptuamos el relevante período prehispano y colonial de Chile, la migración extranjera fue un fenómeno habitual en el país desde el siglo XIX. Personas provenientes de Hispanoamérica, Europa y Asia llegaron a estas tierras desde la independencia, hasta años posteriores a la segunda guerra mundial. Si pensamos en el aporte cultural generado por esta migración al país, nos encontramos con una diversidad de hechos ligados tanto a la política, la educación y la economía. Conocido es el papel del debate generado entre el venezolano Andrés Bello y el argentino Domingo Faustino Sarmiento en torno a la política educacional que se debía generar en Chile. Otros extranjeros cumplieron un papel fundamental en la misma independencia del país (José de San Martín, Manuel Blanco Encalada, Thomas Alexander Cochrane). Posteriormente, población inglesa, francesa, española, alemana y asiática arribaron al territorio, realizando su aporte cultural a las distintas dimensiones del estilo de vida nacional.

No obstante, desde el fin de la Guerra Fría y el proceso de globalización, se han generado nuevos desafíos políticos a Chile, como a los demás estados nacionales. La primera de ellas tiene que ver con la misma idea de “nacionalidad”. Con la tercera revolución industrial y el fin del mundo bipolar, nos encontramos con un escenario global donde el flujo de mercancías va acompañado a un movimiento equivalente de personas. El problema del “Estado fallido” en distintas latitudes, se convierte en una importante fuerza motriz para que diversas colectividades sean desplazadas de sus territorios originales, migrando a países con mejores oportunidades para existir. A esto se le suma el conflicto internacional generado entre los estados metropolitanos y entidades políticas no occidentales, fenómeno que Samuel Huntington conceptuó en su momento como “Choque de civilizaciones”. Independiente de la opinión que nos merezca esta idea, la diversidad de conflictos que se generan en el mundo por religión, etnicidad o cultura, ha despertado el temor de los ciudadanos de Occidente porque su estilo de vida sea amenazado.

En el caso de Chile, nos atrevemos a pensar que la actual migración Jaime González 1extranjera constituye un falso problema. La historia cultural del país nos informa que el flujo de personas de otras naciones y continentes al territorio nacional ha significado históricamente más un aporte que una dificultad. Sin embargo, no podemos ignorar el nuevo escenario de convulsión internacional, generado por la crisis del Estado nación y del cambio de la matriz productiva de la economía mundial. Por lo mismo, resulta necesario considerar los aciertos políticos del pasado y contemplar los cambios necesarios que nos exige el presente.

 Pensando en base a los aciertos pasados y las exigencias presentes de Chile ¿cuál es el actual desafío político que debe abordar el país? Consideramos que la respuesta se encuentra en un capital humano idóneo que, desde la estructura administrativa y gerencial del Estado, genere las políticas públicas adecuadas para la gestión de personas dentro del territorio nacional. Profundizaremos más en el argumento, contemplando el pasado y el presente de Chile. Durante el siglo XIX, el Estado chileno surgió y se desarrolló en un contexto de diversidad cultural. El pasado prehispano y colonial del país dejó como herencia una diversidad de lenguas, creencias y culturas a lo largo y ancho de Chile. Sin embargo, el proyecto político nacional prescribió la formación de una colectividad cultural homogénea. Este hecho llevó a que el Estado chileno implementara una serie de políticas encauzadas en esa línea, en el terreno educacional y militar, que lograron cristalizar sólidamente en los primeros tres lustros del siglo XX. Independiente de la valoración que podamos hacer a esta acción política, el hecho es que la diversidad lingüística y cultural del país al momento de la independencia, más la migración extranjera ya mencionada, no implicó una dificultad insalvable para la construcción de país.

En la actualidad, Chile enfrenta un escenario económico y político diferente al pasado. Sin embargo, el siglo anterior proporciona herramientas útiles para abordar el desafío de la interculturalidad presente. En este sentido, sabemos de países como México, que enfrentaron este fenómeno a través de un equipo de expertos en antropología. Estos profesionales, diseñaron e implementaron políticas públicas, que permitieron la construcción de nación en esa comunidad política. Si bien la problemática mexicana presentó orígenes diferentes, y sus políticas se implementaron en la pasada centuria, el desafío que enfrentaron presenta elementos semejantes con la actualidad. Este caso nos podría servir de ejemplo sobre el tipo de capital humano que deberá necesitar el Estado chileno en el presente y en el futuro.

Hoy en día, en que se discute sólidamente sobre el papel de la interculturalidad, el Estado debe disponer de la preparación suficiente para diseñar y gestionar políticas de diversidad cultural. Para ello, nuestras universidades deberán generar los ajustes curriculares necesarios para formar este personal idóneo. La actual problemática indígena en Chile, da cuenta de las dificultades que se han generado en este terreno, por la falta de un personal adecuado para establecer el diálogo entre culturas y la formación de políticas públicas hacia estas colectividades. Solo la formación de un capital humano idóneo, fundado en el terreno de las ciencias sociales, más la voluntad política para ello, podrá alejar de Chile los serios conflictos políticos que está acarreando este hecho en otras latitudes del mundo.

Dr. Felipe Tello, investigador del Centro de Estudios y Gestión Social (CEGES) de la Universidad Autónoma de Chile – sede Talca

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